lunes, 2 de agosto de 2010

La respuesta -hasta ahora- es el silencio



Abrazamos una profesión sin igual. No sólo nos ofrece la oportunidad de estar en el momento mismo en que se produce la historia, donde nace la leyenda y se conoce el secreto íntimo del hecho; sino que además nos brinda la enorme responsabilidad profesional de narrarle a la sociedad sobre esa verdad que nos atraviesa los sentidos y el intelecto, un servicio y una misión que de pronto parecen relegados por el marketing, pero que cuando nos enfrentamos a situaciones de profundo repudio, como el amedrentamiento y la cohersión, queda claro que se sigue haciendo.

A raíz de los más recientes secuestros de periodistas en la Comarca Lagunera, se vuelve a mostrar la fragilidad en la que trabajamos. Desde el artero asesinato de Manuel Buendía, hasta los múltiples ataques que al final terminaron con la vida de Jesús Blancornelas, como ejemplos emblemáticos y sentidos, el vulnerable gremio ha aportado vidas y sangre de hombres y mujeres en esta guerra de poderes.

Ejemplos infaustos no faltan. El Programa de Libertad de Expresión del Centro de Periodismo y Ética Pública (CEPET), documentó la agresión contra 183 periodistas en 2009, y 13 asesinatos; 10.23 por ciento más en relación con 2008. Con base en información de la agencia cimacnoticias, se sabe que del total de profesionales de la comunicación que sufrieron agresiones el año pasado, 27 eran mujeres periodistas : 20 reporteras, una camarógrafa, una fotógrafa, 3 comunicadoras de radio, una de radio comunitaria y una portavoz.

Aunque llevamos muchos años contabilizando las agresiones contra periodistas por su actividad profesional, hay que celebrar que –no obstante deberse a un acto aciago-- finalmente esta última agresión esté movilizando al gremio, y ojalá que ahora sí se haya vertido la gota que derrame el vaso de agua.

Hubimos de sumar nombres y vidas, como el de María Esther Aguilar Casimbe, reportera del Diario de Zamora y corresponsal de Cambio de Michoacán, desaparecida desde 2009. Como ella, muchas otras en años anteriores fueron alargando las listas de periodistas agredidas, amenazadas, e incluso, asesinadas.

Tales son los casos documentados de 23 periodistas mujeres entre 2005 y 2010, de los que 3 han terminado con la vida de ellas. Bajo el silencio absoluto de las autoridades judiciales federales y locales, están por ejemplo, las indagaciones de los homicidios de Teresa Bautista y Felícitas Martínez, periodistas de la radio comunitaria oaxaqueña “La voz que rompe el silencio”.
No obstante ser comunicadoras y comunicadores, periodistas en activo desde cualquier trinchera, la paradoja del silencio nos envuelve. No han bastado las múltiples iniciativas puestas en marcha por el ejecutivo como la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Cometidos contra Periodistas, para resolver la impunidad en la que siguen actuando esos sectores que atentan contra el gremio, el derecho a la información y la libertad de expresión. Baste citar el caso de la compañera Lydia Cacho para visualizar el amplio espectro del fango.

La exigencia por ejercer una profesión con políticas reales de protección es una de las múltiples demandas que las y los periodistas harán este sábado 7 de agosto en la marcha a la que se ha convocado a través de redes sociales. Partirá del Ángel de la Independencia al Zócalo. La cita es a las 12 del día. Y ya empiezan a circular los manifiestos.

Copio aquí la más reciente:

Carta abierta de periodistas de diversos medios : “A raíz de la liberación de nuestros compañeros periodistas, secuestrados la semana pasada, manifestamos que:

1. Celebramos su liberación y expresamos nuestra plena solidaridad con ellos y con los medios que representan.

2. En esta etapa de violencia por la que atraviesa nuestro país, recordamos también a todos los compañeros periodistas y comunicadores que han perdido la vida, han sido amenazados o desplazados en el ejercicio de su profesión. Nos solidarizamos con sus familias, sus amigos y sus medios.

3. Los periodistas y comunicadores padecemos, al igual que toda la sociedad, la violencia que azota al país. Lamentamos profundamente lo que está sucediendo. Nuestra labor es la de informar. Por ello, sostenemos nuestra convicción de denunciar con toda energía cualquier hecho de violencia, incluidos aquellos que atenten en contra de un medio de comunicación o un periodista.

4. Tenemos claro que los delincuentes han decidido declararle la guerra también a los medios de comunicación, porque buscan así cancelar el ejercicio libre de nuestra profesión, indispensable para la democracia. Apuestan, pues, por matar al periodismo y ponerlo a su servicio, lo que por desgracia ya ocurre en algunas regiones del país. Desde hace tiempo, el ejercicio de la profesión periodística se ha convertido en una actividad de alto riesgo. Justo por ello expresamos nuestro compromiso con la comunicación y con la libertad para el ejercicio profesional. No cederemos.

5. Lo ocurrido la semana pasada nos sorprende solos, desunidos, y debe obligarnos a una reflexión colectiva sobre el ejercicio periodístico, que redefina nuestras políticas editoriales en la cobertura de este tema. No podemos navegar solos en estos momentos y no podemos quedarnos en la mera solidaridad con los compañeros caídos. Tenemos que construir los espacios de reflexión y debate que sean necesarios, para definir las mejores políticas de comunicación conjuntas y para hacer frente a la delincuencia. Los medios pueden y deben contribuir, cumpliendo con su papel, a la construcción de un México mejor.

6. Reiteramos que nuestra labor es informar. Lo seguiremos haciendo.”
Fuentes: Excélsior, El Universal, Milenio, El Economista, La Razón, Mario Campos, Imer; noticiario de Pedro Ferriz de Con, Imagen; Javier solórzono, Radio Trece; Martín Espinosa, Reporte 98.5; y W Radio.

Y, ¿por qué no sumarse para que por nosotras y nosotros, no quede, como dijera Mariví?

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