lunes, 23 de agosto de 2010

Si Juárez viviera

En el proceso de construcción del México revolucionario, se levantaron las voces eclesiales en contra de las decisiones políticas que iban dando piso y cimiento a una nación. Hoy día, a 100 años de aquel momento que nos colocó como país a la vanguardia, la iglesia católica vuelve por sus fueros de manera cada vez más intolerante y sañosa.

Herederos de una cultura de hipocresía total, quienes predican una cosa en el púlpito, pero en los hechos son capaces de cometer atrocidades que luego pretenden limpiar minimizando sus efectos, curas, obispos, arzobispos y cardenales de la más recalcitrante ideología de la intolerancia y promotores de la violencia, insisten en pasarse por el arco del triunfo los ordenamientos y las normas del Estado.

Hace ya muchos ayeres que la iglesia dejó de tener, por ley, ascendencia sobre las decisiones ciudadanas y de soplar al oído del virrey las normas a seguir. Somos la ciudadanía quienes determinamos quienes nos gobiernan, con qué programas políticos, bajo qué parámetros ideológicos queremos ser administrados y gobernados. Eso lo ganamos con la Independencia, lo asentamos con la Reforma y lo confirmamos con la Revolución.

Aunque Norberto y sus secuaces parece que no conocen esa parte de la historia. Y puede ser, dado que fueron educados bajo esquemas que les obliga a reconocer como único jefe de gobierno al papa, y las únicas leyes, las que se dictan desde el Vaticano.

Norberto, Sandoval Íñiguez y Martín Rábago, entre otros vociferantes insisten en ponerse por encima de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la que de manera muy clara determina que es derecho de la ciudadanía profesar la creencia religiosa que más le agrade, misma que podrá seguir a su libre albedrío en los sitios señalados para ello, y siempre y cuando no infrinja lo que la propia Carta Magna o leyes que emanen de ella dictaminen (ver Art. 24).

Y los clérigos se han empeñado en pisotear una y otra vez las garantías individuales con que nos dota la Constitución, los derechos ciudadanos a no ser discriminados por nuestro género, religión, opinión, preferencias, por nuestro estado civil, o cualquiera otra que anule o menoscabe los derechos y libertades de las personas, entre otras (ver el artículo 1o).

¿Cuáles de éstos han respetado? Algunos ejemplos:

Las mujeres no podemos acceder a puestos de toma de decisiones dentro de la iglesia –ser curas, obispas, arzobispas o cardenales—porque la propia normatividad de la iglesia lo impide.

Entonces, si la iglesia católica no permite que las leyes civiles incidan en sus leyes, ¿por qué el Estado ha de ceder a los caprichos de estos señores? Aquí hay una clara discriminación por género.

Desde la opinión eclesial, las mujeres no podemos decidir sobre nuestro propio cuerpo, sobre nuestra sexualidad ni tener acceso al placer, porque desde su muy obtusa óptica, sólo estamos llamadas para ejercer la maternidad, cualquiera que sea la forma en que hayamos quedado preñadas. Se les olvida que en las paredes de conventos y seminarios se han encontrado fetos emparedados, productos de los escarceos sexuales entre hombres y mujeres de hábitos, que han de ocultar.

Homosexuales y lesbianas no son bienvenidas al seno de la iglesia, y se le olvida a la iglesia los cientos de curas que sólo se levantan las naguas para sentir el placer que les puedan proporcionar niños y niñas. Pederastia y homosexualismo son una constante entre clérigos, se saben, se han denunciado y el peso de la ley civil no les toca un pelo, porque los gobiernos panistas aceptan que la iglesia tenga sus propias normas y castigos. El caso más sonado y vergonzoso es el deMarcial Maciel.

Del estado civil, ni habría que tocarlo. Se trata de un derecho que sólo compete al Estado, y la iglesia católica no lo es. Si la iglesia no quiere casar a homosexuales o lesbianas, está en su derecho de no hacerlo. Pero cualquier pareja, incluidas las que tienen preferencias sexuales diferentes, tienen derecho a solicitar su acta matrimonial ante jueces civiles, que son los representantes del Estado laico en el que vivimos y por el hemos peleado.

Pero las necedades de los de negro, morado o púrpura van teniendo consecuencias. Ayer fue agredida una reportera por un prestanombres del clero. La intolerancia sólo provoca violencia. Y ellos son los primeros que llaman al ataque, a romper las leyes que nos han dado democracia, gobierno y estabilidad como nación civilizada.

Y, ¿por qué no hemos tenido una sola declaración de la Secretaría de Gobernación al respecto?

miércoles, 11 de agosto de 2010

Hacia la Edad Media

En este bicentenario de Independencia, en este centenario de Revolución, México sigue sorprendiendo.

Camina hacia atrás, insiste en desdibujar su marcha de país vanguardista y ponerse a la cabeza de un movimiento que lo lleve hacia la época en que las personas sin recursos, con pieles de ébano o rasgos de ídolos de piedra eran seres sin alma y sin sentimientos, factibles de hacerles esclavos o desecharles como basura, de usarles hasta morir, de despreciarles e incluso esconderles sólo porque su color o su estrato social no estaba a la altura de las expectativas de esas sociedades de morales rancias, hipócritas y podridas.

Esa es la actitud que veo y siento en las declaraciones de gobernadores que, en papeles de decimonónicos virreyes, que en una clara postura dictatorial y autócrata, desprecian los fallos de la Suprema Corte de Justicia –ya sea en el respeto y constitucionalidad de los matrimonios entre personas, aunque sean del mismo sexo, o el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo--, cuando es precisamente ese sistema el que nos conformó como nación, por el que fuimos a varias guerras, entre ellas la Cristera y el que supuestamente estamos celebrando este 2010.

En una clara posición de burla y desdén, gobernadores como Guillermo Padrés Elías, el panista de Sonora –quien ha dicho que en su estado no habrá tal validez para los matrimonios entre personas del mismo sexo, así nomás, por sus pistolas, o sea, ¿más clara la autocracia?--, y José Calzada Rovirosa, el priísta de Querétaro –que ha propuesto la designación de “espacios especiales” para parejas homosexuales y lesbianas que acudan a restaurantes, con el fin de evitar “espectáculos”-- son el mejor ejemplo de que México camina a la inversa.

Ya el jalisciense Emilio González Márquez ha puesto su granito de arena con controversias constitucionales ante la despenalización del aborto, lo mismo que el guanajuatense Juan Manuel Oliva Ramírez, cuyo gobierno mantiene la postura de que las mujeres que están encarceladas cumpliendo una condena por 30 años, no están allí por aborto, aunque éste fue espontáneo, sino por privar de la vida a un ser humano. Ambos, seguramente se sumarán entusiasmados a las voces de sus aliados ideológicos (aunque pertenezcan a distintos partidos políticos), Padrés y Calzada.

Estas acciones de profundo egoismo, de clara intolerancia e incomprensión, de reprobable desprecio e insondable desconocimiento de los derechos humanos son las que dividen familias, amistades, sociedades; son las que enconan odios y generan respuestas de violencia.

En momentos en los que México acaba de vivir una de las marchas más inusuales, la de periodistas, que está dando inicio a un nuevo proceso precisamente por la violencia que están viviendo sus miembros, sobre todo en los estados, en contra de sus vidas, su seguridad, pero sobre todo en la defensa y respeto a su trabajo, al derecho a informar y por la libertad de expresión, es realmente penoso y desanima que los titulares de los gobiernos, esos servidores públicos electos para administrar y gobernar en favor de las mayorías, se muevan unilateralmente por convicciones propias y morales personales.

Chiapas ya vivió su momento de alto índice de homicidios de homosexuales; Ciudad Juárez sigue padeciendo el resultado del odio de género con su creciente número de mujeres asesinadas; los índices de violación y asesinato no han bajado, muy por el contrario. Sabemos que el Estado de México es la entidad que más asesinadas arroja, y para muestra el premio que la CONAPRED le otorgó a Humberto Padgett León por su trabajo sobre el tema.

¿Qué sigue? ¿Camiones con compartimentos separados para personas con tatuajes o piercings? ¿Volvemos a bajar de las banquetas a quienes visten huipiles y calzones de manta? ¿Regresamos al encierro entre cuatro paredes a las personas con discapacidad?

Y, ¿por qué no volteamos hacia esos países desarrollados para saber cómo llegaron a esos niveles de avance y al mismo tiempo aprendieron a respetar los derechos humanos de sus habitantes, en lugar de enclaustrarnos en nuestros mundos internos de soberbia y fatuidad, confinando al resto a la ignorancia y el temor?

lunes, 2 de agosto de 2010

La respuesta -hasta ahora- es el silencio



Abrazamos una profesión sin igual. No sólo nos ofrece la oportunidad de estar en el momento mismo en que se produce la historia, donde nace la leyenda y se conoce el secreto íntimo del hecho; sino que además nos brinda la enorme responsabilidad profesional de narrarle a la sociedad sobre esa verdad que nos atraviesa los sentidos y el intelecto, un servicio y una misión que de pronto parecen relegados por el marketing, pero que cuando nos enfrentamos a situaciones de profundo repudio, como el amedrentamiento y la cohersión, queda claro que se sigue haciendo.

A raíz de los más recientes secuestros de periodistas en la Comarca Lagunera, se vuelve a mostrar la fragilidad en la que trabajamos. Desde el artero asesinato de Manuel Buendía, hasta los múltiples ataques que al final terminaron con la vida de Jesús Blancornelas, como ejemplos emblemáticos y sentidos, el vulnerable gremio ha aportado vidas y sangre de hombres y mujeres en esta guerra de poderes.

Ejemplos infaustos no faltan. El Programa de Libertad de Expresión del Centro de Periodismo y Ética Pública (CEPET), documentó la agresión contra 183 periodistas en 2009, y 13 asesinatos; 10.23 por ciento más en relación con 2008. Con base en información de la agencia cimacnoticias, se sabe que del total de profesionales de la comunicación que sufrieron agresiones el año pasado, 27 eran mujeres periodistas : 20 reporteras, una camarógrafa, una fotógrafa, 3 comunicadoras de radio, una de radio comunitaria y una portavoz.

Aunque llevamos muchos años contabilizando las agresiones contra periodistas por su actividad profesional, hay que celebrar que –no obstante deberse a un acto aciago-- finalmente esta última agresión esté movilizando al gremio, y ojalá que ahora sí se haya vertido la gota que derrame el vaso de agua.

Hubimos de sumar nombres y vidas, como el de María Esther Aguilar Casimbe, reportera del Diario de Zamora y corresponsal de Cambio de Michoacán, desaparecida desde 2009. Como ella, muchas otras en años anteriores fueron alargando las listas de periodistas agredidas, amenazadas, e incluso, asesinadas.

Tales son los casos documentados de 23 periodistas mujeres entre 2005 y 2010, de los que 3 han terminado con la vida de ellas. Bajo el silencio absoluto de las autoridades judiciales federales y locales, están por ejemplo, las indagaciones de los homicidios de Teresa Bautista y Felícitas Martínez, periodistas de la radio comunitaria oaxaqueña “La voz que rompe el silencio”.
No obstante ser comunicadoras y comunicadores, periodistas en activo desde cualquier trinchera, la paradoja del silencio nos envuelve. No han bastado las múltiples iniciativas puestas en marcha por el ejecutivo como la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Cometidos contra Periodistas, para resolver la impunidad en la que siguen actuando esos sectores que atentan contra el gremio, el derecho a la información y la libertad de expresión. Baste citar el caso de la compañera Lydia Cacho para visualizar el amplio espectro del fango.

La exigencia por ejercer una profesión con políticas reales de protección es una de las múltiples demandas que las y los periodistas harán este sábado 7 de agosto en la marcha a la que se ha convocado a través de redes sociales. Partirá del Ángel de la Independencia al Zócalo. La cita es a las 12 del día. Y ya empiezan a circular los manifiestos.

Copio aquí la más reciente:

Carta abierta de periodistas de diversos medios : “A raíz de la liberación de nuestros compañeros periodistas, secuestrados la semana pasada, manifestamos que:

1. Celebramos su liberación y expresamos nuestra plena solidaridad con ellos y con los medios que representan.

2. En esta etapa de violencia por la que atraviesa nuestro país, recordamos también a todos los compañeros periodistas y comunicadores que han perdido la vida, han sido amenazados o desplazados en el ejercicio de su profesión. Nos solidarizamos con sus familias, sus amigos y sus medios.

3. Los periodistas y comunicadores padecemos, al igual que toda la sociedad, la violencia que azota al país. Lamentamos profundamente lo que está sucediendo. Nuestra labor es la de informar. Por ello, sostenemos nuestra convicción de denunciar con toda energía cualquier hecho de violencia, incluidos aquellos que atenten en contra de un medio de comunicación o un periodista.

4. Tenemos claro que los delincuentes han decidido declararle la guerra también a los medios de comunicación, porque buscan así cancelar el ejercicio libre de nuestra profesión, indispensable para la democracia. Apuestan, pues, por matar al periodismo y ponerlo a su servicio, lo que por desgracia ya ocurre en algunas regiones del país. Desde hace tiempo, el ejercicio de la profesión periodística se ha convertido en una actividad de alto riesgo. Justo por ello expresamos nuestro compromiso con la comunicación y con la libertad para el ejercicio profesional. No cederemos.

5. Lo ocurrido la semana pasada nos sorprende solos, desunidos, y debe obligarnos a una reflexión colectiva sobre el ejercicio periodístico, que redefina nuestras políticas editoriales en la cobertura de este tema. No podemos navegar solos en estos momentos y no podemos quedarnos en la mera solidaridad con los compañeros caídos. Tenemos que construir los espacios de reflexión y debate que sean necesarios, para definir las mejores políticas de comunicación conjuntas y para hacer frente a la delincuencia. Los medios pueden y deben contribuir, cumpliendo con su papel, a la construcción de un México mejor.

6. Reiteramos que nuestra labor es informar. Lo seguiremos haciendo.”
Fuentes: Excélsior, El Universal, Milenio, El Economista, La Razón, Mario Campos, Imer; noticiario de Pedro Ferriz de Con, Imagen; Javier solórzono, Radio Trece; Martín Espinosa, Reporte 98.5; y W Radio.

Y, ¿por qué no sumarse para que por nosotras y nosotros, no quede, como dijera Mariví?