lunes, 21 de junio de 2010

Monsi es del pueblo

Nada mejor que el aplauso espontáneo, general, popular. Nada más gratificante para ese hombre de cabellera al viento y palabra mordaz. Nada igual para despedir a ese intelectual, poeta, periodista, escritor, cronista, librepensador, defensor de derechos humanos y de la diversidad sexual, de los derechos de los animales y de los gatos en especial.

Ningún adiós tan sentido como el de esas manos obreras, ajadas, morenas de amas de casa, de estudiantes, de trabajadoras y trabajadores que rozaron su féretro a pesar de todos los pesares gubernamentales. Ningún sentimiento tan profundo como el que ha recibido Carlos Monsiváis, el buen Monsi, el hombre de humor sarcástico y amante de las antigüedades únicas que sabía encontrar en la Lagunilla y rescatar para su gente, su pueblo, y que ha legado en El Estanquillo.

Nunca una ausencia más dolorosa que la de ese despistado que andaba siempre inmerso en sus pensamientos y que no cambió su barrio por otro de mayor estatus, o de ciudad, o de país.

Por eso es del pueblo, por eso las mejores coronas y pensamientos han cubierto la fachada de su casa y no están en Bellas Artes, ni en el Museo de la Ciudad de México.

Por eso San Simón 62 se ha llenado de cartulinas y masking tape y están firmados por los de la vulcanizadora o la tendera de la esquina, por el vecino de al lado o la del estanquillo de papelería o el estudiante de secundaria que solía caminar junto a él rumbo al metro o se lo topaba libro en mano deambulando por las aceras del barrio y era una casualidad cotidiana como todos los vecinos son casuales y cotidianos.

Porque esas y esos que hoy son niñas y niños, mañana harán leyenda de la casa de los gatos, y con el tiempo y el estudio sabrán más de los aportes a la vida de México de su morador y harán conciencia de que estuvo allí siempre.

Por eso las y los vecinos de la Portales tienen el derecho a llorarlo como ningún otro habitante de la ciudad, el país o el mundo.

Porque fue un hombre congruente con su pensar y su sentir, convicción que empapó sus obras y sus palabras siempre accesibles, cercanas, comprensibles. Porque lo mismo admiró a Juan Gabriel que a Gloria Trevi, a Carmen Salinas o a María Félix y al Indio Fernández y al Santo.

Porque enseñó con el ejemplo que cultura es la literatura y la poesía, como la escultura, la pintura o la danza, pero también el teatro y el cine y la música vernácula y el burlesque y hasta los videoclips. Porque era fácil leerlo y entenderlo, pero más cercana su palabra.

Y porque a Monsivais lo seguiremos descubriendo todavía, ¿por qué no sentirnos en la orfandad con su muerte, pero mantenerlo vivo en el ejemplo?

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