lunes, 15 de febrero de 2010

El amor es una cosa esplendorosa


La semana pasada los centros comerciales se volvieron corazones rojos y cachetones con sabor a chocolate. El domingo fue día de sonrisas amplias, arrumacos y consentimientos. El amor explotó en globos y serpentinas, los cines reventaron, los restaurantes le echaron agua a los frijoles y los mariachis no dejaron descansar cuerdas ni trompetas.

El amor se pinta así, color de rosa, en una imagen eterna de manos entrelazadas, ojos adormilados, cabezas ladeadas y suspiros profundos enmarcados siempre por una gran luna brillante y redonda.

Pero esta dulce tradición encierra una caja de Pandora, refuerza estereotipos de género, roles culturales que se transmiten dentro de la sociedad y arraigan conductas y actitudes que generan situaciones de violencia y ponen en desventaja, sobre todo, a las mujeres.

Realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), a petición del Instituto Mexicano de la Juventud (IMJ), la Encuesta Nacional de Violencia en las Relaciones de Noviazgo 2007 (Envinov) alertó sobre los motivos y niveles de violencia que encierran esas relaciones amorosas envueltas en falsas creencias.

Aun cuando 33.4 por ciento de los jóvenes encuestados, quienes en ese momento tenían entre 15 y 24 años de edad, y 36.8 por ciento de las jóvenes afirmaron creer que “el hombre es infiel por naturaleza”, lo cierto es que los celos son el principal detonador de la violencia en el noviazgo.
Con agresiones como empujones, arañazos y jalones de cabello, 48 por ciento de los varones expresó haber tenido eventos violentos (ellas sólo fueron 32.1 por ciento), con los celos (46 por ciento) como principal motivo, porque su pareja queda en algo y no lo hace (42.5 por ciento) o porque se considera engañada (35 por ciento).

Sin embargo, cuando son ellas las agredidas, la violencia se incrementa: 61.4 por ciento de las mujeres son abofeteadas, golpeadas, atacadas con objetos pesados, patadas o les destruyen sus objetos personales, pero también llegan a sufrir intentos de quemarlas o estrangularlas, amenazas con cuchillos, navajas u otras armas.

La razón principal nuevamente son los celos (41 por ciento), seguido por el pretexto de que ella tiene muchos amigos (25.7 por ciento), o porque ella se enoja sin razón aparente (23.1por ciento).
El profundo temor a perder el objeto del deseo o el control de la situación es el caldo de cultico en el que se gestan las peores iras que revientan en violencia entre las jóvenes parejas: 15.5 por ciento ha sido víctima de violencia física; 75.8 por ciento ha sufrido agresiones sicológicas y 16.5 por ciento ha vivido al menos una experiencia de ataque sexual.

Las creencias arraigadas en el cumplimiento de los roles de género provocan intolerancia y discriminación, situaciones que conllevan a la agresión. Las y los jóvenes que ayer se tomaban de las manos y compartían un chocolate en forma de corazón, no están exentos de caer en las redes de la manipulación (violencia psicológica) y con ello en los círculos de violencia, relaciones perversas que, bien sabemos, llegan a tener consecuencias fatales para las mujeres.

Sólo entre enero de 2007 y julio de 2008, mil 14 mujeres en México fueron asesinadas por sus cónyuges, parejas sentimentales o parientes.

Y, ¿por qué no empezar por eliminar los estereotipos que nos encasillan en el falso deber ser?

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