lunes, 23 de mayo de 2011

Cosas de la memoria

En asuntos de memoria, la verdad es que políticas y políticos pecan siempre de desmemoria. La clase política apuesta a ello y por ende, piensan que la sociedad se cree todo. Sin absolutismos, siempre hay quienes sexenio tras sexenio se tragan lo que se les promete y estás ciertos de que las promesas son novedades y opciones de vanguardia.

Fox como Calderón, pero no sólo, Zedillo y Salinas y De la Madrid y muchos otros candidatos primero, presidentes después, prometieron terminar con las malas rachas de las crisis económicas y políticas, abatir el desempleo con la creación de nuevas fuentes de trabajo, empujar las exportaciones con acuerdos que beneficiaran a la industria mexicana, se dijeron no partidarios de la privatización del petróleo y la luz y prometieron... prometieron... prometieron...

Campaña tras campaña y sexenio tras sexenio hemos sido testigos del incumplimiento, ya sea por ignorancia del candidato o porque la sociedad en su conjunto, crédula ante la esperanza, decide darle el beneficio de la duda al que considera con mayores agallas para llevar a cabo la sempiterna promesa inclumplida.

Hora es que esta sociedad, cada vez más participativa –y para ello sobran casos de valía—vaya dándole ejemplo a esas y esos políticos que buscan el voto para su ascenso en propia carrera política, que sí tenemos memoria.

Dos presuntas jefas sin memoria

Hace algunos días, en un diario de circulación nacional, dos prospectas a la candidatura por la jefatura de gobierno del Distrito Federal, Alejandra Barrales y Laura Velázquez, cayeron en la trampa.

El diario cuestionó, supongo yo que con cierta malicia, si esta ciudad en la que residen casi 9 millones de habitantes –divididos por sexo en 4.61 millones de mujeres y 4.23 millones de hombres, según datos del Censo de Población y Vivienda 2010 levantado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI)--, está preparada para ser gobernada por una mujer.

Barrales y Velázquez pecaron de amnesia. Ambas alegaron en su favor, por supuesto. Enumeraron argumentos por demás válidos respecto de que el ser mujer no es un impedimento para que esta ciudad capital, por muchas razones entre las más grandes en el mundo, no pueda ser gobernada por una mujer.

Mujeres en la política hay muchas –no olvidemos que los padrones de militantes en los partidos políticos suman en su mayoría mujeres--, políticas avezadas, también (aunque el sistema político patriarcal le impida crecer y acceder a los puestos de poder y por ello sea imprescindible el sistema de cuotas o la discriminación positiva).

Mujeres políticas con herramientas y fortalezas que les permitan gobernar, ni duda cabe. Y para la historia tenemos no sólo ejemplos en gobiernos estatales, como Griselda Álvarez en Colima o Beatriz Paredes en Tlaxcala o Dulce María Sauri en Yucatán, sino muchas otras de las que la historia patriarcal prefiere no hablar.

Desde la pioneras en periodos mucho más adversos como Rosa Torres quien fuera la primera mujer electa como regidora propietaria del Ayuntamiento de Mérida, en 1923; Elvia Carrillo Puerto, electa diputada al Congreso de Yucatán por el Partido Socialista del Sureste, en ese mismo año; Martha Aurora Jiménez, primera diputada electa –tras el otorgamiento oficial del voto a las mujeres en 1953--, de la XLII Legislatura Federal en 1954, o María Lavalle y Alicia Arellano, que se convirtieron en las primeras senadoras del Congreso de la Unión en 1964.

Negar la historia

Es una lástima que estas mujeres modernas, que deben mucho a sus antecesoras, no sean capaces de reconocer que en este ámbito con un vasto fondo muy masculino, la brecha fue ya sorteada por Rosario Robles, quien entre 1998 y hasta el 2000, gobernó la Ciudad de México.

El camino, ni duda cabe, ha sido allanado. Más allá de dimes y diretes, entre los que se pueden contar denuncias, hasta la fecha no comprobadas legalmente hablando, Barrales y Velázquez se enfrentan a una ciudadanía capitalina que no parte de cero; que ha visto, sentido y vivido la gubernatura de una mujer, con un estilo feminista, de amplio criterio en la brega del bien común, pero sobre todo, preocupado y enfático en la búsqueda de la igualdad y equidad entre los géneros.

Velázquez aduce que ella ya gobernó a una de las delegaciones de mayor densidad poblacional, la de Azcapotzalco –que hasta hace 6 años apenas alcazaba el medio millón de habitantes, frente a los casi 9 que somos--, y Barrales admite que sería un voto vanguardista.

La Ciudad de México, la Señora del Anáhuac, de vanguardia per se, ya ha sido gobernada por una mujer. Eso no deberían de olvidarlo estas presuntas candidatas a gobernar, por segunda ocasión en términos femeninos, la capital de México.

1 comentario:

  1. O tal vez, precisamente, buscan tomar distancia, no sólo de los fantasmas que rodean la figura de Rosario Robles, sino hasta de las propuestas feministas.... lamentable.

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