lunes, 9 de mayo de 2011

A toda madre

Amira Yehya, una antigua amiga, compartió en su facebook el pensamiento de su Maestro respecto de las mujeres: “madre, esposa, hermana o hija, los nombres son distintos, no importa el qué se diga, ante todo esto eres ser humano, igual que el hombre, con poder divino”...

Y si bien en estas fechas, el agosto lo hacen mercaderes, lo cierto es que la insistencia en reverenciar a las mujeres por su maternidad, sigue incidiendo en la facultad femenina de procrear dándole un estatus de mucha mayor valía y confinándolas al ámbito de lo privado, frente a las otras múltiples capacidades que tenemos como seres racionales las que nos orientaría hacia el ámbito de lo público, espacio por demás vedado y restringido a la población masculina.

El 10 de mayo, como es sabido, fue creado para acabar con la incipiente revolución sexual de los años veinte durante el siglo pasado. Fue impulsada por mujeres de Yucatán bajo los gobiernos socialistas de Salvador Alvarado y Felipe Carrillo Puerto. Documentado por investigadoras e historiadoras, se sabe del contubernio entre el ministerio de Educación, el diario de Alducin y el sector de empresarios comerciantes para promover una campaña que exaltara las bondades de la maternidad y subyugar así a que las mujeres siguieran presas de su cuerpo.

No han bastado la revolución de la píldora en los años 1970, ni las demandas feministas en México y el mundo para darles a las mujeres el control sobre su cuerpo. Mientras los programas de población se orientan a bajar las tasas de natalidad, las mentes decimonónicas de por lo menos 17 estados en el país han condenado a las mujeres a parir, aun contra su voluntad, so pena de cárcel.

En México hay poco más de 30 millones de mujeres en edad fértil, de las que casi 20 millones son madres, según datos de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica 2009. Las recientes reformas a las constituciones de por lo menos 17 estados para “proteger la vida desde el momento de la gestación” ha ofrecido tal cantidad de interpretaciones que en las cárceles de varias entidades, hay un alto número de mujeres que purgan penas de hasta 50 años por delitos en “razones de parentesco”, cuando se trata de abortos por violación o espontáneos, los más documentados.

Las mujeres, así, nuevamente quedan presas de un viejo precepto que arrastra la humanidad desde el siglo XVIII: la maternidad.

Lorena Saletti, investigadora de la Universidad de Granada, España, según información publicada por la agencia mexicana CIMAC, señala que el “amor maternal” surge como un concepto para obligar a las madres a garantizar la educación en sus hijas e hijos.

Mientras la gestación es un acto biológico, el instinto maternal, señala Saletti en su investigación “Propuestas teóricas feministas en relación al concepto de maternidad”, es una construcción cultural y social caracterizada por el amor “espontáneo, inmutable e incondicional” creando en las mujeres “la obligación de ser ante todo, madres”.

La inducción a que las niñas jueguen con muñecas, juegos de té o a “la casita”, son formas que la sociedad alienta una educación sesgada hacia la procreación y cuidado de la familia, inoculando la culpa cuando se falla o se desatiende la tarea o estigmatizando a quien desiste de la faena.

Con los matices que afortunadamente la propia modernidad inculca en la construcción de ser mujer --y por lo que cada vez hay más mujeres que deciden no procrear o embarazarse tardíamente e incluso espaciar sus embarazos--, lo cierto es que fechas festivas como el 10 de mayo siguen

invirtiendo en el viejo mito de que todas las mujeres somos madres potenciales, que eso es lo que queremos, y no sólo, sino que también eso es lo que necesitamos.

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