lunes, 7 de febrero de 2011

Top Gear y la discriminación

No porque no sea la única, la primera o la última vez que nos acusen de ser un pueblo flojo, dejaremos de reprobar el uso de calificativos negativos, de intolerancia y discriminación que se difunden por medios masivos de comunicación.

Ante los soeces comentarios “humorísticos” de tres conductores ingleses –de sobra criticados--, mucha gente dio en minimizarlos, aun cuando provocaron toda una revuelta diplomática entre esa nación europea y México.

No obstante, es una pena que se soslaye el uso de estereotipos que en nada benefician a la humanidad, dicho sea, sin importar raza, credo, sexo, preferencias sexuales o políticas. Y más aún que se externen en un medio de comunicación.

Burlarse de una forma de ser, de una costumbre o de una forma de hablar o pensar ha llevado a la intolerancia y ello ha provocado violencia, la "necesidad" de desaparecer a esa gente "indeseable" que no tiene par con lo que las y los otros piensan que “debe ser”.

Ejemplos de ello nos sobran en la historia. Las matanzas de gente judía y gitana en la II Guerra Mundial; las “limpias” en Sarajevo, Bosnia, Ruanda; los asesinatos de homosexuales en México o de indigentes en Brasil; la cacería de migrantes bajo el pretexto de su tono de piel avalado por la Ley Arizona; la campaña de “haz patria y mata un chilango” promovida sobre todo en el Bajío, son algunos ejemplos.

Cuando caemos en el chiste o la broma pública, caemos en el estigma, en la discriminación, y con ello estamos respaldando formas de segregación y hasta de destrucción.

Ante las afirmaciones de la tríada de conductores ingleses, no fueron pocos los que en México aprovecharon micrófono, cámara o pluma para descalificarlos con la misma sorna y agresividad. Ojo por ojo. Violencia con violencia.

Es cierto que el humor cae las más de las veces en esa falsa premisa de lo permisible porque es broma. No obstante quienes tienen el privilegio de contar con un medio de comunicación para emitir opiniones, han de tener precaución con sus enunciados cuando éstos conllevan ofensa.

En todos los pueblos existe gente perezosa, pero también trabajadora. Datos del INEGI señalan que mientras en el año 2000 de los 22 millones de hogares, 20.6 por ciento estaban jefaturados por mujeres, hacia 2005 la estadística se incrementó a 23.1 por ciento. Ello quiere decir que de cada 100 mujeres, 38 están en el mercado laboral.

El país no es los 500 diputados –a quienes han puesto como ejemplo de holgazanería, otra inflexible opinión generalizada--, ni el millón de burócratas -que mal haríamos en calificar en forma totalitaria de flojos o abusivos, aun cuando haya ejemplos de sobra. Así sólo pagan justos por pecadores.

En México somos más de 112 millones de personas que salimos todos los días a trabajar o estudiar, que usamos varias horas en transportarnos hasta nuestros destinos y que producimos lo que comemos y lo que consumimos, incluso lo que exportamos. Con los impuestos que pagamos adquirimos productos extranjeros. Sin nuestros brazos migrantes, otros países no tendrían los beneficios que nuestro sudor y malos pagos les reditúan.

En México existen muchos más que trabajan día a día por sacar adelante sus casas, sus familias y con ello, exponencialmente, al país.

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