miércoles, 16 de febrero de 2011

Deontología periodística

Tras los dimes y diretes que han circulado por las redes sociales, en los pasillos de la cotidianidad, en las mantas y los comunicados sobre el cese iracundo de Carmen Aristegui removida de su espacio de noticias y opinión en MVS, tan bien sintetizados por Denise Dresser en su carta abierta a Joaquín Vargas, del pasado 10 de febrero, hay muy poco por aportar.

Cada quién, como dice Dresser, tendrá su propio punto de vista y su muy particular opinión y creencia de lo que allí se cocinó.

Pero fue precisamente el artículo de Emilio Álvarez Icasa del 11 de febrero en El Universal, el que da una pauta respecto de un tema que no por muy filosófico que parezca, no hay que entrale: la deontología del periodismo.

Carlos Marx escribió, en su tesis sobre Feuerbach que “de lo que se trata no es de comprender ni explicar el mundo, sino de transformarlo”, y en ese entendido, lo importante de toda esta problemática que ha vuelto a polarizar opiniones entre el gremio, la deberíamos aprovechar para reflexionar sobre la deontología que como profesionistas nos debería unir, por lo menos bajo preceptos que acogiéramos y defendiéramos.

Si bien como dice Fernando Savater la ética es “la actitud o la intención del individuo frente a sus obligaciones sociales, personales”, la deontología por su parte, es “el conjunto de éticas concretas de acuerdo con la actividad o el puesto o el papel social que cada uno desempeña en un grupo humano”, y refiere a lo debido, lo que corresponde a un grupo determinado.

Luego entonces la ética es al individuo, como la deontología al grupo.

Hace ya varios años que algunas compañeras y compañeros, desde distintas tribunas, venimos empujando la importancia de que los medios creen sus propios códigos de ética en tanto que ello transparenta ideales y objetivos, certezas, y no sólo, sino que en ello la sociedad vería cobijado su derecho a la información y a la libertad de expresión.

Pero un código de ética de un medio no debería tener validez si no se circunscribe a una deontología consensada por todas las partes involucradas en el derecho inalienable de la libertad de expresión, y la circunscribo específicamente al gremio periodístico; porque como bien dice Savater, “hay límites deontológicos para unas profesiones (...) que no corresponden en cambio a otras”.

Hay una deontología de los periodistas, dice Savater en su libro Ética, política y ciudadanía, publicado por Grijalbo y Raya en el Agua; y ésta dista mucho de lo que ocurre en las redes, por ejemplo, donde las opiniones confluyen entre profesionales de la palabra y público en general. El cotilleo está muy lejos de normarse por las reglas de quienes tienen bajo su responsabilidad un micrófono o una pluma.

Y para moverse bajo las mismas reglas del juego, es fundamental conocerlas. De allí que los códigos de ética de los medios de comunicación no debieran estar ocultos o insertados como la

letra minúscula de cualquier contrato. Deben ser documentos públicos a los que el público lector pueda acceder para conocer los mínimos parámetros en los que se mueve el medio de su confianza.

Vale la pena, por ello, releer a Álvarez Icasa, cuando advierte que "resulta inadmisible que si se presenta una cobertura noticiosa del hecho y se acompaña de un cuestionamiento duro, válido y respetuoso, la consecuencia sea que se silencien las voces y los micrófonos".

Y es que, como lo expone Savater, citando a Montesquieu, “para saber si hay tiranía o no, hay que acercar el oído, si se oye ruido y discordias, quejas, hay libertad; si no se oye nada, es que hay una tiranía”. Lo grave, como dice Emilio Álvarez es que: "Lo que no puede pasar en una democracia es que el resultado de una diferencia de esta naturaleza (sea el) cierre (de) un espacio noticioso".

La gente ya no está dispuesta a que le cierren las puertas a los aconteceres, si no, ¿por qué se han vuelto tan populares las redes sociales, donde circula la información y la verdad de cada persona que accede a estos sistemas de intercomunicación?. Añade Álvarez: "Debe tenerse claro que en democracia, mientras más alta es la responsabilidad pública que se desempeña, mayor escrutinio público debe existir".

Y a eso debe atenerse cualquier gobierno. Eso es parte de un juego donde todas y todos tenemos una responsabilidad. La ciudadanía, por ahora, la ha ejercido. Más allá de los intríngüilis económicos, y las razones que se esgrimen favorecieron a unas y otros, lo cierto es que hubo una manifestación de madurez social y libertad de planteamiento respecto de un conflicto. Los medios
debieran estar a la altura.

Bienvenida Carmen a su espacio noticioso.

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