miércoles, 8 de septiembre de 2010

Parque de las Américas

Tengo el privilegio de vivir justo frente a un parque grande, bien cuidado, en general limpio y que disfrutan lo mismo menores, que jóvenes y personas adultas, incluso mayores.

En el gobierno perredista de Ricardo Pascoe, como delegado en Benito Juárez, ese lugar cobró vida gracias a que se empeñó en hacerlo luminoso por las noches, circunstancia que impedía transitarlo una vez puesto el sol, dado que los riesgos a la seguridad personal eran altos.
Parque multifacético

El Parque de las Américas se ofrece con múltiples facetas. Por las mañanas es pista para quienes gustan de correr, caminar, trotar, no importa si es con pants, shorts o acompañados de su mascota. Siempre hay parejas que charlan mientras aplanan a paso veloz los senderos que se bifurcan y se encuentran cuatro jardineras adelante. Mientras unos dan vueltas, otros hacen abdominales, taichi, yoga, meditación y hasta aeróbicos a ritmos candentes.

Son horas de correr también al kinder o a la secundaria. Son horarios de tránsito de madres y padres con sus peques de mejillas rojas por el frío matutino que cruzan justo por el medio entre árboles y setos. Es momento en que las manecillas corren también y estudiantes de uniforme oficial, mochila al hombro, carpeta de argollas al brazo se pasean como queriendo no llegar a la secundaria, como tratando de que el parque se agrande más de lo que es.

Es la hora en que sale el batallón de limpia compuesto por tres o cuatro mujeres y hombres que barren con sus escobas de vara, llenan sus carritos de tambo naranja con las bolsas de basura doméstica que la comunidad suele depositar en los cestos –ojo, exclusivo para basura del parque--, riegan los prados, enderezan árboles y cortan el pasto o resiembran las flores.

Espacio de convivencia humana y animal Hacia el medio día y la tarde, cuando es momento de desandar el camino a casa, Las Américas se vuelve jardín de juegos, sus pasillos espacio para carreolas, su cancha de basquet se llena de jóvenes y los columpios chirrian a todo lo que dan envueltos en risas.

Por sus veredas trotan shnauzer, boxer, pastores alemanes, labradores, golden retriver, chihuahuas, pomerian, salchichas y criollos, la mayoría de ellos rescatados de albergues o simplemente de la calle. Algunos con correa, otros vigilados por sus amos.

La mayoría de las y los dueños recogen las heces, se comparten las bolsitas y hasta las pelotas, los freesbees y las galletas. Así se ha hecho la comunidad perruna. Se dan las tertulias bajo las palmeras o los eucaliptos. Se dan también las carreras alocadas de cuadrúpedos que gozan saltar, ladrar y hacer cabriolas. Se conocen vecinos nuevos y perros gruñones, se festejan cumpleaños con tartas de croquetas y se regalan pelotas y huesos de carnaza; se da la convivencia.

Las noches ya no son tan sombrías. Aunque ahora le faltan algunos focos, el parque nocturno está tomado por mascotas y amos, cuyas voces ambientan el lugar hasta entrada la luna en el cenit.

Los cánceres del parque La indigencia –como le llaman los policías del sitio--, son fuerte foco de infección. Empezaron tres, pero ahora se pueden juntar hasta siete hombres y por lo menos dos mujeres que beben y beben hasta quedarse aletargados por el alcohol. No es difícil saber dónde esconden sus botellas de mezcal barato. Y se identifica la zona como la que Wilde describía en el Gigante Egoísta: ese rincón donde aún nevaba, a pesar de que la primavera había tomado en el jardín.
La comunidad denuncia, y la policía responde: Para qué los detenemos si el juez los suelta en menos de una hora, porque son indigentes y no pueden pagar la fianza. Y ellos, sabedores de eso, deambulan zombies, defecan entre arbustos, duermen la mona en las bancas, se vomitan entre las flores...

Lo peor es que el alcohol trae otros males, otros vicios, otros dillers. Y con ello, otros peligros.

La basura. La gente de los alrededores tiende a llevar sus desperdicios domésticos al parque. Por las mañanas no es difícil mirar una gran laguna de bolsas que esperan pacientes a que el camión arribe. Mientras, pueden ser zona de gourmet de perros desobedientes o callejeros, e incluso de indigentes que siempre encuentran algo al razgar las bolsas. No es difícil pasar por allí en medio de olores fétidos y moscas zumbonas que invaden la atmósfera. El batallón de limpia aporta lo del parque. La montaña crece en tanto la mañana se avejenta.

La vigilancia. El módulo está ubicado al oriente del parque. Siempre hay uno o dos elementos de azul. Nunca dejan su puesto. Por ello, el parque no tiene vigilancia. No lo caminan, sólo miran hasta donde la cancha de basquet pierde su nombre para convertirse en gimnasio público. Las patrullas circulan por las calles que lo circundan, pero nunca se bajan los elementos. Adictos y basura se concentran en el medio del parque, fuera de la mirada policiaca. ¿Cómo solucionar problemas que no reporta la autoridad, ni se cerciora de que no exista?

El mantenimiento. Si bien durante la gestión perredista de Pascoe se limpió el parque, se arreglaron y pusieron a funcionar los arbotantes, y se peluquearon las palmeras; con los gobiernos panistas todo esto se ha dejado de lado. Con ventarrones y lluvias, las palmeras tiran las ramas secas, con peligro de accidentar personas; los focos de los arbotantes, poco a poco se han ido fundiendo –curiosamente en la zona “nevada” de los “indigentes”-- y no se reponen; un buen día amanecimos con una torre para ambulancias en el poniente del parque, que sirve más de albergue para la pandilla de alcohólicos que para servicio de ambulancias; y otro más, nos sorprendimos porque toda una isla donde crecían árboles añosos y se vestía de flores en primavera, se montaron una serie de monolitos de piedra al más puro estilo Stonehenge. Nadie sabe para qué sirven o en honor a quién o qué se erigieron. Se habla, como siempre, de la necesidad de gastar el subjercicio.

Y, ¿por qué no? La comunidad del parque cuida su espacio, denuncia anomalías y hasta se cansa de mirar la indulgencia con la que se manejan estas autoridades. Habrá que repensar eso de la reelección, a lo mejor es la forma en que legislativo y autoridades voltean un poco a sus comunidades y sus compromisos políticos.

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